lunes, 16 de septiembre de 2013

Vuelta de las vacaciones

¿Conocéis la historia de Pandora?

Fue la primera mujer en el mundo y traía consigo una ánfora que Zeus le dijo explícitamente que no abriera nunca bajo ninguna circunstancia. Pandora era consciente de la orden, pero al igual que Afrodita le dio la belleza, también aprendió a apreciarla. Y esa ánfora era bonita, estaba magistralmente decorada, si era tan bella por fuera, ¿cómo sería por dentro?
Hermes dio a Pandora, entre otras cualidades, la curiosidad. Ésta cada vez era más grande, hasta que llegó el día en que lo fue más que la precaución de su conciencia. Y abrió la jarra.
De ella salieron todos los males que ahora conviven entre nosotros. Cuando Pandora se dio cuenta de lo que había hecho cerró de inmediato la tinaja, aunque ya era tarde y se escaparon todos salvo uno: el espíritu de Elpis, diosa de la esperanza, que fue más lento y no tuvo tiempo de salir.

¿Qué creéis que hizo Zeus con Pandora?

La perdonó. Sabía que finalmente la abriría. Que era inevitable.

Antes de empezar mi historia, necesito explicar qué representa Elpis realmente. Zeus tenía al espíritu de Elpis encerrado en la ánfora que contenía los males porque es quien produce en los seres humanos el temor a los males que puedan avecinarse. Da conciencia de que el mal acabará llegando, trayendo consigo un sufrimiento previo al verdadero sufrimiento.


Ahora la tengo en mi habitación, a mi lado cuando duermo, y la llevo a casi todas partes. Recuerdo el día en que la encontré. Bella, sofisticada, enigmática en algunas caras y tan agradable para los sentidos por otras. Desde entonces la intento cuidar, sin una razón concreta que me lleve a hacerlo.

Mi cabeza, a la que he aprendido a hacer caso, me recuerda siempre el mito de Pandora y entonces un temor enorme se apodera de mí con la sola idea de abrir la caja. ¿Es sensato pensar que  dentro contendrá el mal?

La caja en sí da color a mi vida, me gusta tenerla en mi escritorio, observarla. Pero llega el momento en que mi corazón me pide más, tímidamente se adentra en mi mente la curiosidad, la ambición, el deseo, y aunque a lo lejos, también asoma el rostro la esperanza. Por un lado quiero abrir la caja, pero por otro me da mucho miedo, mi conciencia me recomienda no hacerlo e incluso convence a parte del alma de que, si no a priori, a posteriori me arrepentiré. Es la eterna lucha entre razón y corazón.
Y aquí se da una paradoja: si Pandora consiguió que Elpis no escapara, ¿por qué me atormenta ahora a mí?

Sé que es inevitable acabar abriendo la caja. Pero nada demuestra que lo que haya dentro será malo. La cuestión es: ¿cuándo me atreveré a abrirla? La amnistía ya la tengo asegurada; todo es cuestión de tiempo: tanto lo bueno, como lo malo.





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