sábado, 23 de noviembre de 2013

Tentáculos y frío

Lapland (Finlandia)

De repente, se vuelve todo negro cuando no lo esperaba, y salen esos tentáculos de hielo estruendosamente del suelo y me atrapan produciendo un escalofrío que me debilita. Afuera se oyen flautines agudos y la gente se desvanece. Como a inocentes golondrinas, también les han atrapado por sorpresa.

La llegada del invierno es un cambio brusco, pero me gusta. Me hago más amigo de mí mismo, veo los acontecimientos pasar desde una perspectiva más cálida. Ya no es la época de los amores desenfrenados, y lo que apetece es la dulzura cálida del chocolate, un amor más íntimo, de abrazos y achuchones. Aunque el viento frío me reseca tanto las manos como el corazón, también refresca mis ideas, brotan de nuevo tallos de creatividad verde pistacho, mi favorito.

Esos tentáculos amenazadores están ahí para despertarme, no puedo permitirme hibernar ya que en el mundo en que vivo el tiempo sigue pasando, y muy rápido, por mucho que las ventiscas vayan helando almas a mi alrededor. En invierno todo parece oscuro y muy solitario, hasta que un latigazo de aquellos brazos de nieve me hace abrir los ojos. Hay amigos de todo tipo que ansían conocerme y yo los espero haciendo un hueco bajo mi manta de lana. En invierno, para mí, los enlaces entre distintos universos son más claros y quiero aprovechar para conocer cosas insólitas bajo el hielo que, paradójicamente, es más grueso y difícil de penetrar en aquella época de playa y ron.

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