viernes, 15 de marzo de 2013

Temblores


Una serpiente que se come la cola. Todo en nuestra dimensión, en nuestro universo, es un círculo, una esfera. Por muy plano que veas el suelo por el que caminas, si siguieras recto al final acabarías boca abajo respecto al origen.



Cuando el horizonte toma ese color extraño, casi fluorescente, sé que se acerca el temblor, porque así funciona el mundo. Por mucho que la luna brille con esa luz plateada que atrae licántropos, románticos y enamorados cuando está llena, al final va achicándose hasta ocultarse, como lo hace el sol en el crepúsculo cada día. Es entonces cuando la luna se torna en los cuernos del diablo. No es como la timidez de un duendecillo del bosque lo que hace que se esconda, son las reglas cosmológicas que lo gobiernan todo. Funciona así y, poco a poco, me voy resignando asumiendo que nuestra realidad es esta.

Vivir preparado para el temblor supone quizás desprenderse de placeres de la vida como la tierna inocencia o la felicidad despreocupada. Cuando se levanta ese viento frío y devastador, me gusta saber que puedo contar con alguien, ya sea estando aquí, en París o en Buenos Aires. Quizás contigo ni el mayor de los temblores consiga derribarnos, pero también me entreno para pensar que en la soledad, podré gritar y que el eco me conseguirá reconfortar.

Al igual que horror, existe el esplendor, momentos que la gente inteligente propone que aprovechemos: Carpe Diem. Y estoy de acuerdo. Mientras el presente nos acaricia dulcemente no debemos abocarnos al temor del cambio futuro, a la llegada del temblor.

Llega el momento en que toca dar la vuelta al reloj de arena. No pensar que ésta cae sobre nosotros y nos abrasa o entierra en medio de un desierto desolador, si no que esos granos están contenidos dentro fluyendo al son del tiempo y que cuando lo precisemos podemos hacer cambiar su sentido.

Al bien le sigue el mal, pero nosotros somos eternos viajeros entre ambas estaciones. Sed conscientes de que no pertenecemos a ninguna de ellas.

De donde nadie vuelve, yo te vi regresar

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